El nudo de la vacunación en México
Desde que se inició la pandemia causada por el virus SARS-CoV2, los científicos del mundo se volcaron en la búsqueda de una vacuna que permitiera poner fin a este problema de salud pública. En un lapso muy corto se ha logrado la obtención de vacunas, eficaces y seguras, que ofrecen una gran esperanza para aliviar el problema y la posibilidad de regresar a la vida normal que se interrumpió bruscamente a raíz de las medidas implementadas para tratar de frenar la transmisión de ese virus.
Al aparecer las vacunas, diversos países han buscado por todas las formas a su alcance obtener el biológico necesario para vacunar a su población. El día 9 de diciembre de 2020 se aplicó públicamente, en Inglaterra, la primera dosis de la vacuna que desarrolló la Universidad de Oxford. Un par de días después se supo que había sido vacunada la primera persona en los Estados Unidos de Norteamérica con otra vacuna, desarrollada en ese mismo país.
A partir de entonces, se intensificaron los esfuerzos por acceder a las vacunas ya aprobadas, al mismo tiempo, han seguido apareciendo otras nuevas como las vacunas chinas, otras norteamericanas, una de la India y más. En menos de medio año se cuenta ya con al menos una docena de vacunas en el mercado y los dos criterios que prevalecieron para otorgar prioridades de arranque fueron, vacunar al personal de la salud (que ha estado en contacto con los enfermos) y a las personas de 60 años o mayores. De allí en adelante, cada país deberá definir por su cuenta como continuar con las acciones de vacunación.
En México, han aparecido varios conflictos con respecto a la vacunación. No existe un plan claro, completo y generalmente aceptable. Desde el primer criterio hemos vivido desorden y han surgido confrontaciones, debido a que lejos de considerar el riesgo real de contagio, se marginó de la vacunación a segmentos completos del personal de salud que trabaja en instituciones públicas y especialmente a muchos que trabajan en el sector privado.
Adicionalmente, en México también se ha decidido, sin que hasta ahora haya un consenso, vacunar a otros grupos de la población y hacer una dispersión geográfica que sólo se justifica por finalidades político- electorales. En cambio, no se discute acerca del lugar que corresponde a quienes padecen de ciertas enfermedades que exacerban el riesgo de enfermar y morir de COVID-19.
Como es natural, existen grupos sociales que reclaman un turno anticipado de vacunación; sin embargo, la decencia y el sentido común obligan a entender y aceptar que es indispensable tener un proyecto nacional (plan) de vacunación, regido por criterios objetivos y científicos, en torno a una meta común que debe ser el lograr un máximo beneficio epidemiológico, en el menor tiempo posible.
Para alcanzar esa meta común, deberíamos de contar con una autoridad calificada y reconocida en materia de salud. Pero en México, las cosas no son así. Lejos de mantener un reconocimiento creciente y generalizado, los actores técnicos han tenido graves tropiezos y una fuerte pérdida de confianza; en contrario, lo que ha sucedido es que meten las manos diversos actores políticos, que generalmente carecen de la calificación técnica mínima necesaria para emitir opiniones consistentes. Desafortunadamente, nos hemos ido acostumbrando a un escenario político nacional de carácter caótico, en el cual la incompetencia es ostensible y tenemos que conformarnos con versiones incompletas, frecuentemente contradictorias, acerca de lo concerniente a cuestiones cruciales como la vacunación.
El panorama de la vacunación en México se vuelve más desordenado a medida que transcurre el tiempo, siempre hay una excusa y un culpable de que las cosas no marchen como debieran. No hay certidumbre acerca del futuro. Los adultos mayores están recibiendo las vacunas, pero no saben cuando van a recibir una segunda dosis para completar su esquema de protección y el papel que tienen al respecto las autoridades locales es mínimo, nadie sabe cuando se tendrá el recurso para completar los esquemas, aunque haya ejemplos de buena organización para aplicar las vacunas. Es notorio que se decide sin tomar en cuenta a otros acerca de cuál vacuna se aplicará, en dónde y cuándo, a pesar de que se han publicado dos documentos técnicos producidos por un misterioso grupo científico asesor. Mientras tanto, la epidemia sigue su curso, de manera inexplicable, independientemente del avance de la vacunación.
La carencia de información oficial clara, oportuna, completa y creíble, ha dado paso a la especulación y a la interpretación exagerada de noticias que pueden ser muy perjudiciales. Por ejemplo, se mencionan muchas notas, confusas y hasta mal intencionadas, que ponen en duda la seguridad de las vacunas y se magnifican los riesgos potenciales, casi sin contrastarlos con los beneficios, a la vez que se exagera el aspecto (más bien amarillista) de la venta de vacunas en un mercado negro catastrófico.
Finalmente, es indispensable destacar que existe un contradictorio rezago en el avance del proceso de aplicación de las vacunas. Parece muy grande la brecha que hay entre la cantidad de dosis recibidas y la cantidad de las que han sido aplicadas, pero especialmente la brecha que hay entre personas que han recibido una sola dosis y aquéllos que tienen un esquema completo. Lo anterior es contradictorio y debería ser intolerable. ¿Cómo puede un país, que necesita desesperadamente de las vacunas, recibirlas y mantenerlas en almacenamiento? Se puede entender que, una vez aplicada la primera dosis, debe garantizarse la segunda, pero los datos disponibles muestran desfases inaceptables
Existen también aparentes incongruencias entre las decisiones de vacunar a través de las distintas áreas geográficas y su importancia epidemiológica, por ejemplo, las áreas más afectadas en la Ciudad de México eran las alcaldías de Iztapalapa y Gustavo A. Madero, mismas que prácticamente fueron las últimas en recibir las vacunas.
Así pues, estamos viviendo en un escenario, que carece de lo necesario para corregirse y generar entendimientos, aceptación y colaboración. No podemos explicarnos, por ejemplo, cuál sería la razón por la cual aún no haya explotado una nueva ola de contagios. ¿Acaso estamos ya cerca de alcanzar la inmunidad de grupo? Este ha sido un concepto muy mencionado a nivel internacional, pero ¿qué significa realmente?, de manera concisa dice que debe haber al menos 7 de cada 10 personas que ya hayan sufrido la infección, o recibido la vacuna, para que, se corten las cadenas de contagio y la epidemia retroceda. Pero ¿tenemos información confiable al respecto?, la respuesta es NO.
Carecemos de proyectos técnicos y científicos, que ayuden a saber hasta dónde ha avanzado el contagio; tampoco tenemos información confiable acerca de la presencia y penetración que pudieran haber tenido las variantes del virus. En la ciudad brasileña de Manaos, aparentemente habían ya alcanzado la inmunidad de grupo, pero la aparición y diseminación de una variante provocó un pico desastroso de enfermos y muertos. Es precisamente este tipo de información lo que puede generar angustia y empeorar el caos, al producir entre la población una sensación de urgencia por vacunarse y fomentar la proliferación de mercados negros. Con datos endebles se ha reconocido que ya están presentes en México, al menos, las variantes Británica y Brasileña, sin embargo, no hay manera de conocer su penetración y posible impacto epidemiológico, para hacer los preparativos convenientes.
Lamentablemente, los numerosos intentos para entablar un diálogo científico y razonado con las autoridades del Sector Salud han sido un fracaso. Tal vez sea necesario acudir a otras instancias, como la Organización Panamericana de Salud, la Organización Mundial de la Salud,
Lamentablemente, los numerosos intentos para entablar un diálogo científico y razonado con las autoridades del Sector Salud han sido un fracaso. Tal vez sea necesario acudir a otras instancias, como la Organización Panamericana de Salud, la Organización Mundial de la Salud, el PNUD, Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para lograr que se haga una seria reflexión sobre el programa de vacunación en México.
En síntesis, en México urge un liderazgo claro y fuerte, con una clara competencia profesional. Ya basta de improvisaciones y juegos. ¿Dónde está el Consejo de Salubridad General?, ¿dónde están los científicos y técnicos de México?, ¿cómo habremos de prepararnos para lograr un mejor futuro y controlar la epidemia?, ¿hacia dónde se encaminan nuestros pasos? Urgen las respuestas.
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